Sheinbaum está en todo su derecho de celebrar y presumir sus números. Nadie puede escatimarle su “luna de miel” con la opinión pública. La pregunta es cuánto durará este fenómeno. Está comprobado empíricamente el fenómeno de la “luna de miel” cuando hay un cambio de gobierno, sobre todo en los sistemas presidenciales. La opinión pública suele tener buenas expectativas acerca de la nueva administración y le da el beneficio de la duda. Esto implica altas tasas de aprobación para los presidentes entrantes.
Ayer, Buendía & Márquez publicó una encuesta levantada entre el 14 y 20 de noviembre que demuestra que un 74% de los mexicanos aprueba el trabajo que está haciendo Claudia Sheinbaum como presidenta. Sólo un 12% la reprueba. Son buenos números, típicos de una “luna de miel”. En la larga serie de oraculus.mx de aprobación presidencial se reporta que, a dos meses de tomar posesión, López Obrador tenía un 81% y Fox un 70 por ciento.
La encuesta en vivienda también demuestra que existe un sentimiento mayoritario de optimismo, orgullo, alegría, confianza y tranquilidad en el país. Asimismo, que el 53% de los mexicanos percibe que el país va por buen camino.
Ayer, en su conferencia matutina, la Presidenta presumió estos números: “Para todos los que dicen que ‘hay autoritarismo’, ‘falsa democracia’, ¿qué más?, ‘represora’, ‘vicepresidenta’; aprobación presidencial, 74%; reprobación presidencial, 12 por ciento. Ahí nada más”.
Sheinbaum está en todo su derecho de celebrar y presumir estos números. Nadie puede escatimarle su “luna de miel” con la opinión pública. La pregunta es cuánto durará este fenómeno y, cuando baje su aprobación, porque eso es lo que típicamente ocurre, en cuánto se sostendrá.
López Obrador, por ejemplo, después de los tres primeros meses en el cargo, comenzó a bajar hasta alrededor de 65% y el resto de su sexenio se mantuvo entre este nivel y el 75 por ciento. Un Presidente muy popular a lo largo de todo su periodo. El problema para Sheinbaum es que, a diferencia de AMLO, el contexto actual es mucho más complicado.
Para empezar, está la amenaza y el desafío de la inminente Presidencia de Trump en Estados Unidos. Eso, como decía ayer en esta columna, es el evento que definirá en gran medida el sexenio de Sheinbaum. La Presidenta debe prepararse para un duro enfrentamiento con el vecino del norte en tres temas: migración, drogas y comercio. Su prioridad debe ser minimizar el impacto negativo en México de las decisiones unilaterales que tomará Trump en contra de nuestro país.
Tan sólo ayer, en su red social Truth, el presidente electo anunció que planea firmar un decreto para imponer un arancel del 25% a todos los productos de México y Canadá al asumir el cargo: “Este arancel permanecerá en vigor hasta que las drogas, en particular el fentanilo, y todos los inmigrantes ilegales detengan esta invasión de nuestro país […] exigimos que utilicen este poder, y hasta que lo hagan, es hora de que paguen un precio muy alto”.
La amenaza tuvo un efecto inmediato en el tipo de cambio. El dólar, que se estaba cotizando en alrededor de $20.30 pesos, se fue por arriba de los $20.60.
No entiendo por qué todavía hay en México gente que no quiere creer las advertencias de Trump. Piensan que estas medidas no sucederán porque no le convienen económicamente a Estados Unidos. Y tienen razón. Pero la racionalidad de Trump es otra. Él tiene que cumplir con sus promesas de campaña desde el día uno de su gobierno.
Es cierto que, si empiezan las deportaciones masivas, se van a quedar sin trabajadores en diversos mercados. Pero lo que la mayoría de los estadunidenses quieren es algo muy diferente: recuperar la condición de país predominantemente blanco.
Es cierto que, si se imponen aranceles, subirán los precios a los consumidores. Pero también se incentivará la producción en territorio estadunidense y se recaudarán impuestos a través de estas tarifas.
Lidiar con Trump será una labor de tiempo completo para la administración de Sheinbaum quien, de por sí, tiene un panorama económico muy complicado.
También ayer, la agencia calificadora HR Ratings se unió a la decisión de Moody’s de modificar la perspectiva de la deuda mexicana de Estable a Negativa. Se mantiene la calificación de grado de inversión, pero se envía una señal de preocupación.
De acuerdo con la firma, el cambio obedece al deterioro en las estimaciones de crecimiento económico en 2024 y 2025 para México, así como de la expectativa de una reducción más lenta del déficit fiscal para 2025, lo cual podría presionar la deuda como proporción del Producto Interno Bruto.
En conclusión, la Presidenta debe disfrutar su “luna de miel” con la opinión pública. Pero también ir recalibrando las decisiones de su gobierno para enfrentar los enormes retos ya presentes en el contexto actual.
Con información de Excelsior
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