Desde que Pierre de Coubertin recuperó en 1896 los Juegos Olímpicos que había en la Antigua Grecia, se celebran cada cuatro años casi ininterrumpidamente (las excepciones fueron los de 1916, 1940 y 1944 a causa de las guerras mundiales) y en cada edición suelen barajarse cambios e incorporaciones en la lista de deportes admitidos, ya sean de competición o de exhibición. Un vistazo a la historia de ese evento nos revela que algunos de los incluidos antaño eran tan asombrosos como el duelo olímpico, una recreación de los desafíos con pistola típicos de otra época.
Meses atrás publicamos aquí un artículo en el que contábamos que entre 1912 y 1948 los Juegos incluían competiciones de arquitectura, literatura, música, pintura y escultura, e incluso se llegó a hablar de ampliarlas a danza, cine, fotografía y teatro, aunque al final sólo se añadieron -efímeramente- alpinismo y aeronáutica. Lo cierto es que, si bien esa lista será insólita para muchos lectores, la sorpresa resultará aún mayor sabiendo que en las Olimpiadas de 1906 y 1908 hubo varias pruebas de tiro con pistola en las que el objetivo no era una diana sino un maniquí con forma humana en un caso y, lo que es todavía más inaudito, un adversario real en el otro.
Los lances de honor fueron una forma de solventar diferencias durante siglos, al menos desde el XV tal como los conocemos (los desafíos anteriores tendrían unas características algo diferentes). Eran cosa de caballeros (el futuro ministro español Indalecio Prieto declinó uno, aduciendo con humor no ser un caballero) y por eso, seguramente se permitieron o, al menos, se hizo la vista gorda incluso cuando las autoridades los prohibían. También había duelos de damas, aunque mucho menos frecuentes. Por lo tanto siguieron practicándose legal o ilegalmente y en el siglo XIX experimentaron un rebrote, en parte porque la costumbre se salió de su corsé aristocrático para extenderse a otros estratos sociales.
Los políticos y periodistas, por razones derivadas de su profesión, pasaron a protagonizar la mayor parte de los duelos y algunas redacciones de prensa incluso contaban -o tenían contratada- con una sala habilitada para practicar esgrima (el caso citado de Prieto fue cuando era redactor en El Liberal y ya había pasado por lo mismo en sus comienzos en La Voz de Vizcaya). Y es que sables y espadas resistieron -aunque cada vez más apuradamente-, con la tendencia a ser desplazados por las armas de fuego. Y esa situación se prolongó mucho más de lo que pudiera pensarse, pues los duelos no se prohibieron en Europa hasta 1905, en España diez años más tarde y en América la última fecha registrada fue 1971 (en Uruguay; y recordemos que el chileno Salvador Allende se batió en 1952 con el opositor Raúl Rettig).
Muchas de esas situaciones se solventaban en privado, pero otras, fundamentalmente aquellas que derivaban de un desafío público (por ejemplo los que se hacían los diputados en el Parlamento o a través de los medios de comunicación), congregaban a un buen número de curiosos. De ahí que, tras la prohibición -llevada a cabo en un congreso internacional de prensa celebrado en Lieja-, quedara cierto vacío que el Comité Olímpico propuso remediar al año siguiente con la inclusión en los Juegos Intercalados de Atenas.
Los Juegos Intercalados no eran exactamente los Olímpicos. El COI (Comité Olímpico Internacional) los creó en 1901 como una forma de homenajear a la capital griega -la sede sería siempre allí- y a celebrar, como indica su nombre, entre dos ediciones de los oficiales. Tuvo algo que ver también el hecho de que los Juegos Olímpicos de París de 1900 resultaran bastante fallidos, en parte porque coincidieron con la Exposición Universal y un público poco acostumbrado al deporte se decantó mayoritariamente por ésta. Sin embargo, entre que a Pierre de Coubertin no le gustaba la idea, que el contexto político griego no era el más propicio para el evento y que aquel montaje cada dos años resultaba poco práctico, tanto para los organizadores como para los atletas, al final sólo hubo unos Juegos Intercalados, los de 1906.
Paradójicamente, tuvieron mucho éxito y establecieron algunos momentos que hoy forman parte de ese espectáculo, como las ceremonias de apertura y clausura, el desfile de los participantes o el izado de la bandera del país ganador de cada prueba. También fueron los que acogieron, decíamos, las primeras pruebas de duelo olímpico, pues para entonces un médico francés apellidado Villiers había redactado para la Federación Nacional de Sociedades de Ética y Salle de Armes de France un reglamento que convertía los lances de honor en deporte incruento, al considerar que en cierta forma, los enfrentamientos a pistola eran una visión moderna de la esgrima y ésta ya se había incluido en los JJOO celebrados hasta el momento por iniciativa del propio Coubertin, que era esgrimista.
Las normas de Villiers no cambiaban sustancialmente el desarrollo de los duelos tradicionales, salvo que se sustituían las balas de plomo por bolas de cera, que los contendientes dispararían a la señal del árbitro, estando separados por una distancia de entre 18 y 23 metros y vistiendo las correspondientes protecciones, dado que los proyectiles salían a 87 metros por segundo: una cazoleta sujeta a la pistola para la mano, máscara para la cara, casco en la cabeza y una especie de abrigo negro para el cuerpo -hasta debajo de la rodilla- que permitía ver el punto de impacto respecto a un blanco previamente señalado a la altura del pecho, determinando así la puntuación. El resultado era similar al de un paint-ball actual.
Ahora bien, el COI consideró que esa imagen podía resultar demasiado fuerte para los JJOO y en lugar de dispararse entre sí, los tiradores lo hacían sobre blancos neutros o maniquíes. Se establecieron dos pruebas, diferenciadas por la distancia a la que se disparaba (una era de 20 metros y otra de 25) y por el tiempo disponible para realizar cada disparo, de modo que en la primera era mayor que en la segunda, en la que había que efectuar cada tiro cuando lo ordenaba el árbitro y además lo hacían todos los participantes simultáneamente. En la prueba de 20 metros el blanco principal tenía un diámetro de 19 centímetros, aunque había otros diez secundarios de un centímetro para ir sumando puntos. El oro fue para el francés Léon Moreaux con 242 de los 300 posibles puntos, la plata para el italiano Cesare Liverziani con 233 y el bronce para otro galo, Maurice Lecoq, con 231.
En la prueba de 25 metros, realizada con pistolas de calibre entre 7,5 y 12 milímetros y cañón de un máximo de 30 centímetros, se disparaba sobre una figura antropomorfa de yeso de 1,57 metros de altura, situándose el blanco en su pecho con un tamaño de 7,5 x 10 centímetros. Como en el caso anterior, se podían hacer hasta 30 disparos para conseguir los puntos en liza, que aquí eran la mitad, 150. Para delirio del público, ganó el griego Konstantinos Skarlatos con 133, completando el podio los suecos Johan Hübner von Holst y Gustaf Vilhelm Carlberg con 115 cada uno. Algo se había avanzado, teniendo en cuenta que en París hubo una prueba de tiro sobre aves vivas al vuelo que supuso la muerte de tres centenares de palomas.
Ahora bien, el recorrido del duelo olímpico no acabó ahí. En 1908, Londres acogió la IV edición de los JJOO y volvió a ser una disciplina presente, aunque como deporte de demostración, es decir, esas modalidades que el COI incluye de vez en cuando, en parte para fomentarlas y en parte para homenajear al país organizador cuando es en él donde se practican especialmente. En el caso londinense, el duelo no era algo típico pero sí el bike-polo, una variante del polo que usaba bicicletas en vez de caballos y que también fue designada ad hoc.
Lo que pasa es que hubo una novedad: en esta ocasión el duelo olímpico se parecía más a la realidad porque los competidores no disparaban sobre maniquíes, sino uno contra otro. Usaban las citadas balas de cera y protecciones, pero aún así las malas lenguas decían, medio en serio medio en broma, que se hacía para que resultara más morboso para el público. La competición se desarrolló en el White City Stadium de Shepherd’s Bush, barrio del municipio londinense de Hammersmith y Fulham, donde ese mismo año se había celebrado una exposición franco-británica que precisamente incluyó exhibiciones de duelo olímpico. Pero, al tratarse de un deporte de demostración, los resultados no contaron para el medallero final, al igual que hoy el COI no tiene en cuenta las preseas de los Juegos Intercalados.
Ello no impidió que se apuntara un buen puñado de tiradores. Como en Atenas, muchos eran militares; pero también figuraba gente variopinta y seguramente ninguno comparable al ganador del oro, Walter Winans, un cazador y aventurero estadounidense que había sido campeón olímpico de natación y que en Estocolmo 1912, a la edad de 60 años, volvería a lo alto del podio en la competición de escultura.
Winans resultó herido leve en una de las pruebas, aunque peor le fue a su rival -y amigo-, el periodista deportivo Gustave Voulquin, al que una de las balas de cera medio arrancó el pulgar de la mano derecha; por suerte para él no se usaba munición real, como hubiera preferido Winans, que al fin y al cabo opinaba que «el duelo es para el individuo lo que la guerra para la nación»: es decir, un mal necesario.
Esos accidentes podrían haberse incrementado con al menos otro de los competidores, que anunció que pensaba prescindir de casco y máscara porque confiaba en la caballerosidad de sus rivales para que no apuntaran a esas partes, habida cuenta que el blanco se situaba en el pecho. No consta si se le permitió, aunque parece improbable porque en los disparos intervenían otras variables aparte de ese código de honor, caso del viento, un error puntual o simplemente mala puntería.
De todas maneras, la cosa no tuvo mayor recorrido, como tampoco el duelo olímpico en sí, que no volvió a formar parte de unos JJOO; al menos con esas características de enfrentamiento personal. Sí perduraron varios tipos de pruebas de tiro sobre blancos artificiales, bien estáticos, bien móviles (tiro al plato, por ejemplo), unas con rifle, otras con armas cortas (inicialmente revólver y pistola, aunque a la larga sólo quedaría ésta).
Texto: La Brújula Verde
Fuentes: When pistol duels were fought at the Olympic Games (Michael Noble en Medium)/The extinguished flame. Olympians killed in The Great War (Nigel McCrery)/The 1906 Olympic Games. Results for all competitors in all events with commentary (Bill Mallon)/The first London Olympics: 1908 (Rebecca Jenkins)/Wikipedia.
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