Delon fue uno de los actores distintivos de la nueva ola francesa y estrella internacional con aire melancólico. De opiniones polémicas, parecía entender la fama como una ilusión compleja.
Alain Delon, el intenso y atractivo actor francés que trabajó con algunos de los directores europeos más venerados del siglo XX e interpretó a gángsters despiadados corsos de manera tan convincente como a apasionados amantes italianos, falleció el domingo. Tenía 88 años.
Murió en su casa en Douchy-Montcorbon, Francia, según una declaración que dio familia al servicio de noticias francés Agence France-Presse.
Unas horas después, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, publicó en las redes sociales un mensaje en su honor: “Melancólico, popular, reservado, era más que una estrella: un monumento francés”.
Durante su momento de apogeo, en la década de 1960 y 1970, Delon fue una estrella de renombre internacional, muy bien pagado y a menudo solicitado por los grandes creadores de la época.
Cuando irrumpió en escena en el género de gángsters, como un joven de ojos tristes y angelicales en Rocco y sus hermanos (1960), Luchino Visconti estaba en la silla del director. Dos años después, interpretó a un atractivo agente de bolsa en El eclipse de Michelangelo Antonioni.
Y El samurai (1967) y El círculo rojo (1970), una película sobre un robo de joyas, en las que Delon interpretaba a un siniestro exconvicto con bigote, fueron dirigidas por Jean-Pierre Melville, santo patrón de la nueva ola francesa.
Louis Malle dirigió el segmento de Histoires extraordinaires (1968) protagonizada por Delon y basada en tres relatos de Edgar Allan Poe. En La piscina, de Jacques Deray, de 1969, el personaje de Delon asesinaba a un invitado con bastante indiferencia. Con el mismo director hizo Borsalino (1970), coprotagonizada con Jean-Paul Belmondo como el jefe del crimen organizado de Marsella. Décadas más tarde, apareció en Nouvelle Vague (1990), de Jean-Luc Godard. Delon ya había pasado la cima de su fama cuando ganó el César al mejor actor, el equivalente francés al Oscar, por su interpretación de un alcohólico de mediana edad que busca la felicidad en el drama de Bertrand Blier Nuestra historia (1984). Ese mismo año interpretó a un aristócrata gay y sensual, el barón de Charlus, en El amor de Swann, basada en Un amor de Swann de Marcel Proust.
Por supuesto, su tipo dependía del punto de vista del público, y eso parecía variar de un continente a otro. En Japón, se le consideraba una estrella de películas del Oeste, por películas como Sol rojo (1971), con Toshiro Mifune. En Europa, hizo carrera en dramas policíacos crudos —como asesino de policías, asesino a sueldo, asesino, homicida en fuga—, pero fue aceptado con entusiasmo en otros géneros. Protagonizó la ganadora de la mejor película francesa de 1976, El otro Sr. Klein, en el papel de un comerciante de arte alemán en tiempos de guerra amenazado por ser confundido con un hombre judío con el mismo nombre.
Sin embargo, los críticos estadounidenses solían ver a Delon solo como un chico guapo. La crítica de Vincent Canby en The New York Times de El samurai describía a su personaje como un “bello inadaptado” y elogiaba ambivalentemente a Delon por “hacer lo que mejor sabe hacer (parecer impasible y ligeramente deslucido)”.
Sin embargo, la belleza de Delon fue una de las razones por las que su atractivo perduró. Su “belleza ha inspirado durante mucho tiempo paroxismos de éxtasis”, escribió Manohla Dargis en abril, cuando el Film Forum de Manhattan presentó una serie retrospectiva de 10 películas de Delon.
“Después de todo”, añadió, “se trata de una estrella cuyo aspecto ha sido descrito a lo largo de los años como sensual, aunque también insolente, cruel, ensimismado y andrógino, una palabra que ayuda a explicar por qué su belleza —como la de otros hombres cuyo aspecto amenaza las ordenadas normas de género— incomoda a algunos espectadores incluso cuando lleva a otros al éxtasis”.
En 1965, Delon declaró a la revista británica Film and Filming que rodar escenas de contacto físico íntimo era “un aburrimiento para mí: escenas de amor, escenas de besos”. Su explicación en aquel momento: “Prefiero pelear”.
En 1970, cuando un reportero del Times hizo un seguimiento de esa pregunta, Delon añadió: “Prefiero hacer el amor en casa”
Alain Fabien Maurice Marcel Delon nació el 8 de noviembre de 1935 en Sceaux, Francia, un suburbio acomodado de París. Sus padres, Fabien y Édith (Arnold) Delon, se divorciaron cuando él tenía 4 años.
En su infancia, Alain tuvo problemas de disciplina y fue expulsado de varias escuelas. El patrón parecía continuar cuando se alistó en la Marina francesa al final de su adolescencia. Durante su servicio militar, que incluyó la guerra de Indochina, pasó casi un año detrás de las rejas por diversas infracciones, dijo, antes de recibir una baja deshonrosa en 1956. Una de sus infracciones, según contó en 1970 al presentador Dick Cavett, fue robar un Jeep.
Poco después, en 1957, su vida cambió como en una especie de cuento de hadas. Para entonces solo había hecho trabajos esporádicos (en una ocasión ayudó a su padrastro, un carnicero) y no tenía ningún plan profesional. Acompañó por casualidad a una amiga, la actriz Brigitte Auber, al Festival de Cannes y allí fue descubierto por un representante del productor de cine estadounidense David O. Selznick. Pronto le ofrecieron un contrato si aceptaba estudiar inglés. Pero antes de que pudiera hacer las maletas rumbo a Hollywood, recibió otra oferta, del veterano director Yves Allégret, y optó por quedarse en Francia.
El primer papel acreditado de Delon en la pantalla fue ese mismo año en Quand la femme s’en mele, de Allégret, pero fue su interpretación en la película de René Clément A pleno sol, de 1960, basada en la novela de Patricia Highsmith y adaptada de nuevo casi 40 años después en Estados Unidos como El talentoso Sr. Ripley, la que captó la atención del público.
Era Tom Ripley, un joven sin dinero, pero muy perspicaz que se reunía con amigos ricos y amorales y se vengaba de ellos. La imagen de Delon en la pantalla era fascinante: ojos azules brillantes, pestañas kilométricas, pelo arenoso que le caía sobre la frente, el puchero, la postura encorvada, el porte angelical que podía cambiar al instante. A muchos espectadores les recordaba a James Dean, el joven ídolo del cine estadounidense que había muerto cinco años antes.
Como escribió Dargis sobre Delon en abril, su “estrellato quedó sellado en el momento en que Ripley se quita la camisa y deja al descubierto su pecho”.
A pesar de su rechazo a Selznick, Delon siempre fue franco sobre su deseo de alcanzar el estrellato en Hollywood, además de su éxito internacional. En 1965, dijo a Los Angeles Times que consideraba a Estados Unidos como “la cima, el último escalón; es una especie de consagración”. Pero ese sueño nunca llegó a hacerse realidad.
Su primera película británica, El Rolls-Royce amarillo (1964), funcionó bien en taquilla, pero su papel de fotógrafo-gigoló italiano quedó relegado a un segundo plano. Siguieron más de media decena de películas en Estados Unidos, como El último homicidio (1965), un drama policíaco que protagonizó junto a Ann-Margret, y Texas (1966), una parodia del Oeste con Dean Martin, pero ninguna fue un éxito.
Para los espectadores estadounidenses, la película más conocida de Delon fue probablemente El gatopardo, de 1963. Aunque también estaba protagonizada por Burt Lancaster, la película, basada en una novela del aristócrata Giuseppe Tomasi di Lampedusa, fue una producción internacional de Visconti.
El último esfuerzo de Delon fue Aeropuerto 79 (1979). Interpretó al elegante copiloto de George Kennedy en un transporte aéreo supersónico en peligro perpetuo.
En 1968, Stevan Markovic, antiguo guardaespaldas de Delon, fue asesinado y encontrado en un vertedero cerca de la casa de la estrella en los suburbios de París. La investigación destapó un escándalo sobre supuestas fiestas sexuales en las que estaban implicados tanto Delon como altos cargos políticos. La policía interrogó a Delon y un socio suyo fue imputado, pero no condenado; el caso nunca se resolvió.
Se sentía cómodo con la polémica, haciendo declaraciones públicas que sugerían homofobia y racismo. The Daily Beast se refirió a su “conocida misoginia y política problemática” en 2019, cuando se le otorgó una Palma de Oro honorífica, el premio más importante del Festival de Cine de Cannes.
Delon ingresó en la Legión de Honor en 1991. Durante muchos años fue también un exitoso hombre de negocios, que concedió licencias de su nombre a productos.
Solo estuvo casado una vez, de 1964 a 1969, con Nathalie Barthélémy (quien en el momento de su matrimonio se llamaba Francine Canovas), pero llevó una vida de monógamo en serie. Mantuvo relaciones sentimentales duraderas con otras mujeres, como Romy Schneider, una compañera de reparto habitual, de 1958 a 1963; Mireille Darc, actriz y modelo, de 1969 a 1982; y Rosalie van Breemen, modelo neerlandesa, de 1987 a 2002.
Lo sobreviven un hijo, Anthony, quien nació de su matrimonio, y dos hijos de su relación con Van Breemen: un hijo, Alain-Fabien, y una hija, Anouchka.
Los tres habían estado enzarzados en una amarga disputa sobre el tratamiento médico de Delon, cuya salud había empeorado desde que sufrió un derrame cerebral en 2019.
Delon había negado la paternidad de un tercer hijo, Christian Aaron Päffgen —más tarde conocido como Ari Boulogne— de una breve relación con la estrella del pop Nico. Pero la madre de Delon crio al niño como su nieto, dándole su apellido de un nuevo matrimonio. Murió en 2023.
La mayoría de las apariciones en pantalla de Delon en la década de 2000 fueron en la televisión francesa, y anunció su retiro del cine más de una vez. Tras ocho años de ausencia, apareció vestido de romano y con una corona de laurel como Julio César en la farsa histórica Astérix en los Juegos Olímpicos (2008).
Su último largometraje fue una comedia dramática en ruso en 2012, S Novym Godom, Mamy!, en la que se interpretó a sí mismo. Hizo lo mismo en 2019, en Toute ressemblance, un drama cómico.
Más importante, quizás, fue la restauración y reestreno en 2021 de La piscina, reservada para dos semanas en Film Forum, donde fue tan popular que estuvo en cartelera todo el verano. Y los nuevos críticos alabaron la “decadencia incorregible” de la película y “distinción sexi” e “insinuación de amenaza” de Delon.
A menudo se le criticaba por su egoísmo desenfrenado, pero parecía capaz de ver la fama como la ilusión compleja que era.
“Esta locura llega al punto en que ‘Delon’ se convierte en una etiqueta”, dijo en una entrevista televisiva en 1991, recogida por The Connexion, un sitio de noticias de Mónaco. “Y hay que seguir siéndola, interpretarla, permanecer y vivir en ella, porque el público lo quiere, porque tú lo quieres un poco y porque esa es la regla”.
Con información de The New York Times
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