Ya pasó un mes exacto desde la inauguración de la primera mega obra de la gestión del presidente Andrés Manuel López Obrador: el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), y éste se encuentra vacío.
Las obras continúan en las vialidades. Y también en el interior del aeródromo, en donde hay más trabajadores de la construcción y curiosos que llegan a conocerlo que pasajeros.
Aunque ya opera, aquí todavía se percibe el olor a pintura fresca; la tierra, la maquinaria pesada y el ruido de las herramientas funcionando hacen que sea inevitable la sensación típica de una obra negra.
El estacionamiento extrañamente está lleno. De ahí baja una familia de su auto y camina hacia el accesos de la terminal marcado con un enorme número 7.
Llegaron desde la frontera del Estado de México con Querétaro sólo a conocer el AIFA y con la esperanza de alcanzar a ver de cerca uno de los cinco aviones que despegarían este día. Los niños corren emocionados volteando hacia el cielo buscando alguna nave mientras uno de ellos grita que “ahí está la torre”.
“Por lo que he visto, está un poco vacío, casi no hay gente, yo creo que porque es nuevo. Hoy vinimos a traer a los niños a que vean los aviones y a que vean el museo de la Fuerza Aérea y a los mamuts”, contó Doña Elisa Rivera.
Al ingresar se siente el clima artificial del aire acondicionado. Los 28 grados centígrados del exterior se borran. Hay personas tomándose fotos y personal de intendencia que limpia sobre lo ya limpio y barre sobre lo ya barrido. No hay mucho qué hacer para ellos.
En los baños de temática prehispánica ya hay agua a diferencia de hace un mes, y en los pasillos ya no hay venta de tlayudas ni de pejes de peluche ni cánticos de los simpatizantes del Presidente promoviendo la revocación de mandato; en su lugar hay una farmacia que vende refrescos, frituras y cigarrillos sueltos, un local de pastes y una cafetería sin servicio.
La venta para estos comercios es poca, al menos para este día, pues únicamente había programados cinco despegues con sus respectivas llegadas.
“Fue muy sencillo llegar, las instalaciones están muy bonitas y nuevas aunque sólo hay una farmacia y no hay gente. De hecho, nos dimos cuenta que hoy nada más hay dos vuelos”, explicó Humberto Montelongo, quien acudió al AIFA con su familia desde la alcaldía Gustavo A. Madero.
No hay servicio de bancos ni de casas de cambio, sólo hay locales vacíos y en ellos publicidad con la leyenda de “próximamente”.
Al segundo nivel se llega por unas nuevas escaleras mecánicas. Cuando se está subiendo, a través de un enorme vitral, se van más obreros en su labor.
En esta planta hay mobiliario sin estrenar y emplayado que en algún momento operará el personal de alguna aerolínea. Las que ya operan, tienen empleados que mitigan el tiempo muerto entre vuelo y vuelo platicando, debajo de sus monitores que anuncian su par de vuelos de hoy, y sonríen a los curiosos.
Justo a la derecha de allí, al final del pasillo, un enorme muro con el logotipo tricolor del aeropuerto sirve de fondo para la selfie y, a su costado derecho está la entrada para los pasajeros que se preparan para abordar, al tiempo que de los altavoces de la terminal aérea se alterna, en ingles y en español, la frase “Bienvenidos al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles”.
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