El Día del Padre es una oportunidad para celebrar y también para reflexionar sobre cómo convertirse en un buen compañero.
El Día del Padre todavía no obtiene el reconocimiento que otras festividades del estilo, empezando por el Día de la Madre, que en general, causa revuelo total en la sociedad, con muchas promociones para comprar regalos, muchas salidas a restaurantes, a actividades como visitas al spa y mucho más, algo que todavía está en construcción cuando se trata de su equivalente masculino.
Pero, ¿por qué será que esta fecha no goza de tanto prestigio? Seguramente, las razones son muchas, pero una de las más frecuentes es que el proceso para diseñar y poner en práctica paternidades responsables sigue construyéndose, con importantes temas sobre la mesa como las nuevas masculinidades, que precisamente buscan mejorar y ampliar las responsabilidades de quienes tienen familias siendo hombres, entre otros temas, en una sociedad con altos índices de abandono a familias (en México, hay 4 millones 180 mil hogares con padres ausentes según cifras del Inegi).
Sin embargo, también hay muchos casos de paternidades responsables que deben ser reconocidas y celebradas, pues esto también podría ayudar a recordarnos de su importancia, de las labores que esto conlleva y de cómo podemos cuidar y mejorar los vínculos con las figuras paternas en general. Por lo anterior, el Día del Padre es a la vez una ocasión para celebrar y una oportunidad para reflexionar. Pero, ¿cómo empezó esta festividad?
Historia del Día del Padre
La celebración moderna del Día del Padre tiene sus raíces en Estados Unidos. Se dice que la idea surgió en 1909, cuando Sonora Smart Dodd, una mujer de Spokane, Washington, propuso la idea de un día para honrar a los padres. Ella se inspiró en el Día de la Madre, que al menos un año antes ya se celebraba ampliamente. De esta manera, Dodd quiso honrar a su propio padre, un veterano de la Guerra Civil que crió solo a sus seis hijos después de la muerte de su esposa. Y aunque este caso es bastante inspirador, no fue hasta 1972 que el presidente Richard Nixon firmó una proclamación que convertía el tercer domingo de junio en el Día del Padre en Estados Unidos, estableciéndolo como una festividad nacional.
Por su parte, en México esta festividad se integró al calendario durante el Gobierno de Manuel Ávila Camacho, en 1946, cuando el presidente de aquellos años escuchó la petición de Carmelita Tostado, una ciudadana que a sus 19 años de edad logró que aceptaran su propuesta para festejar el tercer domingo de junio a los padres de familia. Curiosamente, se tiene registro de que Carmelita Tostado comenzó su iniciativa para reconocer la paternidad de su esposo y su padre desde que tenía 17 años, es decir, dos años antes de que se aprobara de manera oficial, demostrando que fue un esfuerzo constante el que realizó para conseguir sus objetivos. Después, en una Iglesia de Guadalupe en Torreón, Coahuila, se celebró por primera vez una misa matutina para festejar el inicio del Día del Padre, tras la aprobación oficial del Gobierno.
Hoy en día, esta fecha suele ser una invitación para pasar tiempo en familia, reconociendo y celebrando la labor de las paternidades responsables y su importancia en la sociedad moderna, donde la paternidad conlleva amor, presencia, apoyo y proximidad con los hijos y el resto de los familiares, por ejemplo, al pasar tiempo de calidad juntos, al aprender a escuchar las necesidades de los demás, mostrar interés entre todos los familiares, dar seguimiento a nuestros deseos, y muchas más pequeñas acciones que generan dinámicas saludables y positivas en los hogares; un valor fundamental para crear individuos que tengan conciencia de sus responsabilidades y sepan recibir y dar amor desde cualquiera que sea su rol.
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